La primera vez que lo dejé fue por pereza. Me había quedado sin tabaco, estaba en pijama, con resaca, y tenía dos posibilidades; arrastrarme hasta el bar, o meterme en la cama y seguir durmiendo. Me pasé toooodo el fin de semana durmiendo, y cuando llegó el lunes pensé "Oooye que llevo dos días enteros sin fumar!! ¿Y si lo dejo?" Estuve unos seis meses. No recuerdo cómo volví a encender un cigarro, pero sí recuierdo que engordé una barbaridad.
La siguiente vez lo dejé cuando un médico me recomendó que bajara el consumo de cigarrillos, y la verdad que para tener que estar contando los cigarros que me fumaba y tener que racionarlos, preferí dejarlo; racionar lo que fumo me ponía de muy mal humor. El método que seguí es el denominado "a la bravas", salí de la consulta, y no encendí ninguno más. Estuve año y medio. La excusa que me puse para volver (supongo que fue una excusa) fueron los exámenes del máster al que me matriculé. No sé qué fue peor decisión, si volver a la facultad o volver a fumar. El caso es que me veía incapaz de presentarme a un examen sin tabaco cerca. También engordé esa vez, aunque bastante menos y muy lentamente.
Bueno y aquí estoy en la tercera y esperemos que última :-p
Suelen recomendar que no se utilicen sustitutivos al tabaco; parches, caramelos... De esta parte no puedo prescindir, mi sustitutivo son las infusiones, en concreto el poleo. La única contrariedad es no poder ir con la petaca a cuestas. Tardo en tomármela lo que en fumarme un piti (quizá un poco más) y me lo hace mucho más fácil. En fin, probablemente en unos años descubrirán que el poleo es el agente patógeno más dañino y cancerígeno de los posibles, hasta entonces no sé si contar los días que llevo sin fumar, o los que llevo bebiendo poleo.