Al rico limón!

Me apunté a clases de patinaje casi a escondidas. Me daba vergüenza empezar a contarlo por si después descubría que era incapaz tan siquiera de mantener el equilibrio ( nada sorprendente dada mi naturaleza patosa) y que después de comprarme los patines, estos iban a acabar cogiendo polvo en el fondo del armario. Después de tres clases, he aprendido: que el suelo no es tan duro como parece, y que voy a tener que pedir un aumento de sueldo porque no gano para material; un pantalón roto, un patín ligeramente deformado y las protecciones arañadas como si hubiera nacido con ellas puestas.

Pese a las caídas, me divierte muchísimo, y para sorpresa mía, y de todos los que me conocen, parece que no se me da mal del todo. En realidad no es que haya hecho muchos avances. Me mantengo, me impulso sin demasiado estilo, y giro como buenamenente puedo, pero cuando el profe me dijo el lunes, que era la que mejor había pillado la técnica, casi le planto un beso en los morros. Se salvó porque aún llevaba los patines puestos y él no estaba lo suficientemente cerca. Creo que debió impresionarle mi forma de aletear como si fuera a echar a volar, y el garbo con el que aterrizo contra el suelo.

Volví ayer a practicar un poquito, pero había demasiada gente, y lo de lanzarme en plan kamikaze al grito de !CuidadoQueVoyAparteseTolMundo! me da cosilla (por ahora, que me estoy volviendo una desvergonzada). Así que me quedé en un rinconcito haciendo limones ( que no es más que moverse empezando con los talones juntos para acabar con las punteras), conclusión, que hoy tengo agujetas en las cartucheras (quién me iba a decir a mi que ahí abajo había músculo) y estoy asfixiada por la alergia, que es lo que tiene exponerse al aire libre.